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ASIA ES UNA FIESTA

La noche cae en Playa del Golf con un Ye Monks en mano. Aquí tomamos lo que la familia heredó y es único por su escasez, porque me dicen que ya lo producen. Ustedes saben, “old money”. Publicado: 14 de febrero de 2024

Salud, decimos, golpeamos los vasos, y enrumbamos a las discotecas del boulevard. La primera es la más nueva: Brisza. De techo abierto, palmeras, una larga y cómoda barra de madera. Luces blancas yuna bola de espejos invitan a los casados, solteros treintones y cuarentones a bailar la música que tanto conocen. Canciones de matrimonio que no pueden dejar de adorar, a pesar de los años: como la luna y las estrellas, la bilirrubina, y algo de reguetón. Por algo Bad Bun- ny es el nuevo rey del pop. La gente se entrega en vestidos de lino y frágiles faldas. Brisza es una efigie a la nostalgia y eso jala. El siguiente lugar es Joia, para chicos y chicas entre 18 y 24 años. La entrada nos recibe con una barra dorada de lujo y la pista de bai- le azul es amplia. Todos andan muy elegantes. Casi todos se conocen y, con suerte, aquí encontrarán a una pareja dentro de sus estánda- res. El amor de su vida, quizás. La música es similar al lugar anterior, con toques de electrónica, para elevar las tersas hormonas juveniles.

Esa noche terminó en Café del Mar, que no tiene pierde. Lugar lle- no con todas las edades, tanto su zona de Rock y la de fiesta latina. El blanco y el beige eran protagonistas en los atuendos de ellos y ellas. El lugar está lleno y todos bailan hasta el amanecer. El público rejuvenece, pero los escenarios se mantienen. El sábado, después de agotar los Ye Monks heredados, nos fuimos a Lua.

Una fiesta icónica y ansiada, que tiene ya 11 años, dedicada a los más jóvenes de estas playas. 1,300 personas en promedio. El local y las luces oscuras y sofisticadas, los bares elegantes, los boxes tomados por gente hermosa. Todos vestidos de blanco. Entonces, éramos 3 ga llinazos negros cubriendo la juerga en medio de una bandada de gaviotas blancas. Los chicos transitaban el amplio terreno viendo a las chicas, ellas los observaban desde sus boxes. Algunos se atrevían a meter letra. Regresamos a casa pensando: Asia sigue siendo una fiesta y su gente la más bella del litoral, conviviendo en espacios y tiempos inamovibles. Al igual que el Ye Monks.

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